centro de estudios del POP

Post a pedido de la persona que lee este blog.

En tiempos de crisis de las empresas que producen y venden discos, los sellos más livianos y especializados parecen un pequeño roedor escondido de los dinosaurios. Con esta imagen fea quiero decir que un consumidor de música -uno fervoroso y no quien compra CDs sólo para los cumpleaños- valora hoy mucho más lo que aportan Matador, Labrador, SubPop o One Little Indian que BMGSonyEMI.

Aquí tenemos nuestro propio sello independiente. Se llama Alerce. Su especialidad: el canto nuevo. Dígase, traer a Chile todo lo que viniera de Cuba con amor, con estética artesanal (tipografías latinoamericanas, la gráfica Larrea, colores planos y ojalá rojo y lila) y, muy importante, con mensaje.





Entre su catálogo sobresale todo S. Rodríguez -posteriormente pirateado hasta el hartazgo por toda la comuna de La Reina, Ñuñoa y posiblemente Lo Prado también-, y la herencia de la discográfica de las JJCC, también conocida como DICAP. Estamos hablando de Inti Illimani, Victor Jara y Quilapayún, además de la familia de Violeta Parra. Varios de ellos ya se han ido del catálogo, pero eso es efecto del mercado que todo lo profana.

Nuestro punto es rescatar algunos aportes que el sello ha hecho, especialmente circa 1990. Por ejemplo:

- Profetas y Frenéticos: el mejor rock&roll disponible en un país tan poco rock.
- Corazón Redelde: puras tonadas memorables. Un caset que me jacto de haber comprado por poco más de 600 pesos en su oportunidad. Y que me avergüenzo de haber vendido por 1000, un tiempo después.
- Congreso: un aire de universidad ochentera (en Gira al sur), de intelectualidad tristona (en Estoy que me muero), de pericia musical que intentaba decir cosas claras (en Arquélogos), pero que no podía. En todo caso, una banda inmortal.
- Chancho en Piedra: el primer CD de estos weones es buenísimo. Apostaría que es el mejor de su carrera.
- Fulano: mi hermano consiguió que una compañera de su curso le regalara el caset. Claro, su padre era alguien en este sello. El calcetín perseguido, desde entonces, está en mi memoria.
- Huara: me quedé metidísimo con un disco de ellos que se llamaba CAFUZO. Dicen que hicieron el cross-over de Arak Pacha a Congreso. Eso hay que oirlo.
- Jorge González: loco y todo, este disco tiene un magnetismo, o por lo menos un morbo difícil de aguantar. Hasta la carátula -horrible- llena de curiosidad.

En fin, podemos reirnos de Silvio. Debemos hacerlo, pero no podemos hacerlo (no tan fuerte) de

- Schwencke & Nilo: Simon & Garfunkel, si ellos vivieran en Valdivia. El nombre del duo es buenísimo. Hay mucha canción moralista, mucha depresión (pero el floklore chileno ES depresivo), sin embargo hay nervio. Hay un par de temas inevitables, ideales para día de lluvia y corazones amargados. Esa casa de J. Washington estaba llena de fantasmas tristones y comprometidos.
- Santiago del N. Extremo: un intento de poner al día canto nuevo (refrito de Victor Jara) con algo de música de los 80, de preferencia jazz. Mucho acorde complejo, y esa voz caprina de LeBert. Harta parroquia universitaria y minas cuicas embarazadas llorando.
- Los compilados: hay uno del Café del Cerro que vale los $6.500 que se cobran por él. Payo Grondona, Oscar Andrade, Eduardo Peralta haciendo trova francesa, Isabel Aldunate, Sol y Lluvia, Aquelarre, el Grupo Abril, anónimos como Juan Carlos Pérez o esas cruzas de artesa con pop que eran Ortiga o Amauta.

Se me quedan varios en el tintero. Pero no se diga que todo era Silvio.