centro de estudios del POP

Empezando por el mal olor de la propia palabra, el villancico es un objeto rancio como el pan de pascua de una oficina. Veamos algunas razones:

- Es invernal, requiere tener frío. Nadie en el hemisferio sur puede sentir una inclinación honesta hacia títulos como "Adornemos nuestras casas / falalalá lalá-la-la" cuando hace tanto calor.

- La melodía queda oculta detrás de un repiqueteo de ¿panderos?, ¿campanillas de heladero? El bling-bling que nos puede interesar en este lugar del mundo tiene más que ver con Daddy Yankee que con el Pascuero.

- En castellano queda horrible decir "Santa Clos" a mitad de una canción. Si bien el personaje nórdico-cocacolero ha sido debidamente nacionalizado como "Viejo Pascuero", su nombre chileno tampoco es compatible con la métrica del villancico. Ponte tú, LuisMi cantando: "El viejito pascuero ha llegado a la ciudad". Mal.

- Reminiscencias al coro de la parroquia -"en el portal de Belén / hay estrella sol y luna / ... / arrurrú arrurrú / duerméte niñó jesú"-, o del colegio (si usted era de colegio con iglesia). Reminiscencia también del parvulario. Cantar en coros no es sano.

- La edición navideña. Toda serie gringa tiene su especial de Navidad, con sentido del humor acorde, con historia mamona, y por cierto con canciones de pascua, eventualmente cayendo en el villancico. Esto es una agresión estética que no se puede dejar pasar.

- Los discos de navidad revalidan carreras muertas, como la de Ceci Echenique.
Le deseo un fin de semana largo sin villancicos.