centro de estudios del POP

Después de este país, y de el otro país, México me parece el lugar donde se podría vivir. Lo único es que los chilenos somos más cuadrados, menos desordenados. Es decir, comer ají al desayuno por toda una vida exige un sentido del humor y un desprecio por las formas burguesas que ya se querrían algunos posmodernos de café o algunos ecologistas de Peñalolén.

En materia de pop, México tiene un registro imbatible. Tierra de baladas, rancheras, corridos, cebolla, y en menor medida, tierra de radiofórmula. Ahí están José José, Pedro Vargas, José Alfredo Jiménez, Juan Gabriel y Emmanuel para exhibir los méritos del país. El problema, por supuesto, lo tienen con mutaciones horribles como Maná, Mijares, Garibaldi o Magneto. Esta segunda lista es penosamente larga y sobradamente conocida. De alguna manera el PRI se encargó de producir una escena musical oficial, pero México es el país del doble sentido, de la mofa sobre lo oficial. Viven al lado de los gringos.

Cómo no vamos a reconocer que tienen gente valiosa. Molotov ponte tú. Los P-Mosh eran buenos, lo mismo que Café Tacvba. O que hay melodías de Lila Downs que, aunque me cuesta decirlo, me parecen impecables. Que los Botellita de Jeréz son graciosos, muy graciosos, y de un estupendo mal gusto (naco es chido). Le hago asco a El Tri, sólo porque cantan estupideces con voces feas y en serio. Me dan risa esos grupos como Las Víctimas del Doctor Cerebro, o Fobia. Pero tengo mejor disposición a escuchar a Julieta Venegas, incluso a Aleks Syntek. Algo de Caifanes aka Jaguares quizás, pero siempre y cuando se saquen el maquillaje y la pose.